miércoles, 14 de abril de 2010

La TV llegó primero


La TV lo hizo de nuevo. En apenas algunas horas después de la catástrofe, comenzó a unir los fragmentos que yacían dispersos e incomunicados a lo largo del país. Nuevamente, fue el único pegamento visual que logró reunir en una misma pantalla las imágenes dantescas de uno de los terremotos más fuertes de las últimas décadas en Chile y el mundo.

Mientras las alarmas de los autos aún no paraban de sonar, los/as periodistas y camarógrafos corrieron a los extremos del territorio nacional para “mostrar” lo que allí estaba ocurriendo. Llegaron antes que el gobierno, antes que los militares, antes que el Intendente; incluso en aquellas localidades más aisladas, llegaron antes que el propio alcalde.

El impulso y autonomía de los medios funcionó bastante mejor que el protocolo de la Onemi. Las frenéticas imágenes transmitidas aún con la vibración del movimiento sísmico en el cuerpo ayudaron a las autoridades a tomar decisiones más acertadas y oportunas. Poco a poco, supimos que este terremoto no solo había afectado a las grandes ciudades, sino que también había devastado con olas gigantes una extensa zona costera del país.

En los días posteriores, la TV multiplicó los ángulos informativos y convirtió al edificio colapsado de Concepción en la postal de la furia sísmica de este terremoto, el asombro era total: una torre habitada de 15 pisos simplemente se había venido abajo. El clímax de la perturbación social fue la transmisión en vivo y en directo de los cientos de compatriotas saqueando supermercados y tiendas del comercio. Fue un relato conmovedor el que transmitía Amaro Gómez Pablo mientras exhibía a un ciudadano huyendo con cajas de leche en las manos o una lavadora automática en sus hombros.

La controvertida imagen de los militares en las calles imponiendo el toque de queda, logró convertirse en portada de todos los periódicos al otro día. Parecía una fotografía sacada del pasado, impuesta gravemente en esta enorme tragedia telúrica. Lentamente el orden público se restableció y comenzaron a aparecer las crónicas más humanas que descubrieron a héroes y heroínas en Constitución, Iloca, Dichato y otros pueblos. Un hombre acongojado levantando una bandera sucia pero entera en Pelluhue selló la unidad de imagen y emoción, de tragedia y dignidad.

El acto comunicacional con características más terapéuticas vino de la mano de Don Francisco, quien como en otras oportunidades, se concentró en producir un acontecimiento mediático de solidaridad nacional para ir en ayuda de los afectados por el terremoto. No solo logró duplicar la meta prevista, sino que pudo juntar –por algunas horas- en un fabricado set de televisión en el Teatro Teletón a políticos y empresarios, artistas y sindicatos, pobladores y jóvenes voluntarios. Creando una provisoria imagen de unidad en un país caracterizado por una profunda fragmentación social y geográfica.

Dominique Wolton dice que en la moderna sociedad de masas altamente individualizas, la TV juega un rol insustituible como vínculo social. Es principalmente esta tecnología audiovisual, localizada estelarmente al interior del hogar, la que permite unir por algunas horas lo que permanece separado en todo lo demás. En estos duros días de catástrofe y pese al acelerado avance de las tecnologías personales y digitales en nuestro país, la TV ha demostrado que conserva un poder irreemplazable a la hora de unir las emociones y esperanzas de tantos chilenos viviendo en condiciones tan disímiles y opuestas.

martes, 5 de enero de 2010

Franja Electoral: la importancia de "salir en la tele"



Por René Jofré y Alejandro Führer


La plaza pública de antaño, lugar de encuentro, gentío y disolución, ha sido reemplazada por la intimidad del hogar: de por sí entendido como el espacio de la familia, también el espacio de la TV.

¿Qué es la TV? ¿Un medio de comunicación? ¿Un instrumento de manipulación? ¿La caja idiotizante de la que muchos hablan? En nuestros días la “tele” es principalmente un vínculo social de millones de compatriotas que, de otra manera, no tendrían la oportunidad de compartir una misma información o incluso más, una misma emoción.Los hogares chilenos a eso de las 21 horas se conectan con lo que ocurre más allá de su vivienda y aun más allá de su barrio o comuna. El país y el mundo son las coordenadas que se abren para informarse mientras las familias comparten la once o la cena.

Es importante “salir en la tele”. Miles de conversaciones diarias se originan en la programación que ofrece el medio televisivo. Los noticiarios muy temprano y luego los matinales continúan la saga de la información y la entretención en una jornada donde el televisor no se apagará jamás. Permanecerá prendido las mismas horas que un ser humano permanece despierto.

La resignificación de la política, en su dimensión de visibilidad, trae oportunidades de comunicación para los líderes públicos, pero al mismo tiempo, muestra de ellos una posición relativa fragilizada, al estar expuestos continuamente a evaluación de los medios y, a través de ellos, de los ciudadanos. En la primera vuelta presidencial, los candidatos a la Presidencia de la República y los aspirantes al Parlamento tuvieron la oportunidad de “salir en la tele” en una franja electoral enteramente gratuita y en distintos horarios.

En esta segunda vuelta, serán solamente dos candidatos los que capturarán la atención del “gran público” televisivo. Ello ocurrirá principalmente a través de los noticiarios diarios y la franja electoral que retornó ayer. Millones de chilenas y chilenos pondrán mucha o algo de atención a lo que allí ocurra, a los mensajes de cada aspirante a La Moneda y a sus más sorprendentes y novedosas promesas.

¿Sabrá uno de los candidatos construir un mensaje que se quede en la retina del elector-audiencia? ¿Quién logrará emocionar de manera auténtica con sus ideas y argumentos? ¿Quién estrenará una forma creativa e inolvidable de comunicar una promesa? En definitiva, ¿cuál de ellos ocupará más profesional y estratégicamente la oportunidad única de comunicarse instantáneamente con millones de electores a lo largo y ancho del país?

Salir en la tele es demasiado bueno como para no preparar la mejor estrategia y elaborar los más seductores mensajes. Los escasos minutos en TV deben servir sobre todo para emocionar con una imagen, porque eso es lo que el medio televisivo sabe hacer mejor, unir en un visionado que es privado una experiencia común en miles de hogares de nuestro país. Eso de que la imagen vale por mil palabras cobra mucho sentido a la hora de imaginar un mensaje seductor para las masivas audiencias.

La elección se definirá en las grandes urbes (Concepción, Santiago, Valparaíso). Por lo tanto, se jugará en el terreno de la comunicación. En esa arena se juegan los dilemas electorales: en el territorio de lo audiovisual y en el territorio de la virtualidad a través de redes sociales que diseminan el mensaje en los públicos más interesados.

Por ello, los mensajes del candidato, su impacto en la agenda de los medios, la franja televisiva, el debate, las redes sociales, más la creatividad e innovación de una campaña, marcarán el rumbo definitivo del ganador. 15 días no es poco ni mucho. En la TV, es un tiempo más que suficiente para ganar o perder una elección.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Los Ochenta de Canal 13: se puede hacer buena TV


Soy un fans de la serie Los Ochenta de Canal 13. Todo, absolutamente todo me gusta: la delicada ambientación, las acertadas locaciones, las pausas para ir a comerciales, los entrañables personajes de siempre y aquellos que van apareciendo fugazmente en cada capítulo. Inolvidable el último burócrata que tramitó largamente a Juan Herrera para obtener su nueva cuenta corriente del Banco O’Higgins o el asiático que con dificultad le describía el menú de la comida china que Juan compraba con su primer cheque.

Esta serie es lo mejor que he visto en varios años en la televisión chilena y eso que veo harta “tele”. El talento de Quercia y Wood lograron un resultado que refleja fielmente la identidad de la familia chilena, de sectores medios y populares que suman esfuerzos individuales y comunitarios para vivir mejor. El hogar, la plaza, la calle, el almacén y los vecinos. Así somos los chilenos y chilenas. Algunos dicen que éramos así, yo creo que aun lo somos.

El almacenero pinochetista es un personaje soberbio. En su negocio se respira más solidaridad que una actividad comercial propiamente tal, allí está el teléfono de la comunidad que registra los recados y se corre a avisarle al vecino o la vecina frente a una emergencia. Los productos que permanecen en las estanterías parecen las postales fidedignas de un tiempo que se fue.

La familia de Los Herrera representa notablemente las conversaciones cotidianas de los hogares chilenos. Una mezcla abigarrada de proyectos de vida, las cuentas por pagar, lo que dice y no dice la “tele”, las dificultades de la “pega”, el rendimiento en los estudios, los malentendidos y las discusiones en voz alta que concluyen con un cigarrillo en el patio. El universo del “habla” transcurre en el camarote de Félix y Martín, en el escritorio de Claudia, en la cama de Juan y Ana, en la mesa del comedor y en la superficie angosta de la cocina.

Esta serie es el mejor ejemplo que se puede hacer buena TV con altos ratings de sintonía. En este tercer capítulo de la nueva temporada los 80 nuevamente lideraron las preferencias de ese primer domingo de noviembre, marcando un promedio de 26 puntos y un peak de 31, compitiendo nada menos que con el estelar de Felipe Camiroaga.

Canal 13 en los últimos años ha venido haciendo un esfuerzo consistente por mejorar la calidad de su programación. La serie Héroes y el programa Santiago no es Chile entre otros, expresan la voluntad de competir con calidad, haciendo producciones ambiciosas y muy ligadas con la identidad nacional. Seguramente, la breve experiencia de la “parrilla flexible” será recordada como un mal capítulo en este camino.

Ello contrasta con la oferta programática de otros canales privados de la TV chilena, que han convertido en sinónimo la entretención y la farándula. Exponiendo a sus audiencias a una programación que claramente no contribuye a elevar la calidad de la TV en nuestro país. Utilizando sofisticados procedimientos técnicos y de marketing para entretenernos a toda costa y a bajo costo.

Entonces, más que nunca deben multiplicarse las instancias para que la calidad en la producción televisiva sea premiada y fortalecida por el Estado. Está muy claro que en este medio como en otros, la simple competencia de los actores no genera una mejor televisión y que más aun, determinados canales muestran sistemáticamente un nulo compromiso con la calidad de su programación.

Con mucha frecuencia se crítica a la TV abierta porque no tiene un compromiso verdadero con la calidad de sus contenidos. Es bueno también destacar aquellos casos en que efectivamente un canal y todo un equipo de producción demuestran una motivación auténtica y sistemática por construir una buena historia y crear personajes que quedarán en la retina de chilenos y chilenas durante muchos años.

La serie Los Ochenta de canal 13 bien merecido tiene el respaldo que le ha dado el Consejo Nacional de TV y los múltiples galardones que ha obtenido por parte de la crítica especializada, convirtiéndose en la mejor señal que cuando existen las voluntades se puede hacer buena televisión en Chile.

La sorprendente inflexión ciudadana



La reciente encuesta presidencial dada a conocer por la Universidad Diego Portales, entregó valiosa información no solo sobre los niveles de adhesión de las candidaturas presidenciales en primera y segunda vuelta, sino también sobre las percepciones que los chilenos y chilenas tienen en distintos temas de interés nacional.

Fue muy interesante constatar la positiva evaluación que los chilenos y chilenas hacen de la situación económica actual y futura del país, pese a la crisis imperante. Así como, reconocer las opiniones sobre la píldora del día después y la presencia del Estado, entre otros temas, que vienen a confirmar lo que otros estudios han venido señalando insistentemente: lo estatistas y liberales que están los chilenos.

No obstante, un dato verdaderamente revelador de esta encuesta, es posible descubrirlo cuando a los encuestados se les pregunta por quiénes creen que son los principales beneficiados con las políticas que ha implementado la Presidenta Bachelet. Las respuestas de los entrevistados resultan verdaderamente sorprendentes.

En efecto, entre los años 2008 y 2009, quienes estiman que los principales beneficiarios provienen de la clase baja se incrementaron desde un 29,4% a un 53,5%, mientras que aquellos que estimaban que eran los miembros de la clase alta, se redujeron desde un 36,6% a un 12,1%. Fue importante también constatar un incremento significativo entre aquellos que piensan que los principales beneficiarios provienen de la clase media (desde un 19,4 a un 25,4%).

Es decir, estamos frente a un cambio profundo en las percepciones, toda vez que los incrementos para el caso de los beneficiarios pobres y de clase media son estadísticamente muy significativos. De la misma forma, el descenso experimentado por la clase alta, no hace sino confirmar que durante el enfrentamiento de la crisis económica, el gobierno de la Presidenta Bachelet ha logrado generar una inflexión de proporciones en las opiniones ciudadanas acerca de quiénes -en definitiva- se ven beneficiados por lo que hacen los gobiernos concertacionistas.

Este dato que podría pasar inadvertido, no obstante, recoge y expresa una preocupación central por los temas de la desigualdad en el acceso a las oportunidades. Sensación compartida especialmente por los sectores medios y bajos de nuestro país y que se reflejan en un sinnúmero de estudios de opinión, destacando especialmente aquellos que en el último tiempo han develado la demanda por más Estado en materias de servicios públicos y el malestar que existe frente a un predominio del mercado en áreas sensibles como el agua, la luz y las pensiones entre muchos otros. El Latinobarómetro, los informes del PNUD y otras encuestas nacionales, y de la propia UDP abundan en estos temas.

Fue a fines del año 1999 cuando Ricardo Lagos proponía un slogan capital para la primera vuelta presidencial: “crecer con igualdad”. Recuerdo nítidamente una gigantografía instalada en la parte superior de una vivienda en Estación Central, donde Lagos con los brazos extendidos parecía amplificar la fuerza de ese mensaje de campaña.

Pese a los significativos avances de su gestión, esa promesa de igualdad, se encuentra pendiente hasta el día de hoy. Ello, porque a pesar de haber creado el seguro de cesantía, fundado el Auge y establecido los 12 años de escolaridad obligatoria, entre otros avances, la brecha que separa a ricos y pobres ha permanecido relativamente inalterable es este mismo período. A ello se suma, la increíble debilidad que hasta nuestros días experimenta la educación pública para asegurar la ansiada movilidad social de los sectores más postergados del país.

Es en este último año que el sistema de protección social impulsado por Michelle Bachelet ha logrado instalarse nítidamente en la memoria de los ciudadanos y ciudadanas. Es un logro que ha conseguido entrar en las percepciones, con la misma velocidad que han podido obtener beneficios concretos en estos meses de crisis económica a través de los bonos de marzo e invierno. Pero, la reforma previsional, el bono por hijo nacido vivo, así como, los avances en la cobertura de educación pre-escolar y la política de subsidios para la vivienda, son sin duda los pilares fundamentales de una política social que se ha atrevido a relevar al Estado como pilar fundamental del bien común.

Sin duda, que en este contexto de crisis económica, la conmoción ciudadana y sanción ética a la colusión de las farmacias ha ayudado a develar las oscuras intenciones de la mano invisible del mercado -y de paso- relevar aun más la presencia del Estado. A ello, se suma una activa política comunicacional y un acertado guión de gobierno, que ha entendido que la profundidad de las reformas deben necesariamente reflejarse en las percepciones y sensaciones del sentido común, del ciudadano de a pie, de los obreros y trabajadoras que quieren compartir una sensación común de progreso.

En los ya tradicionales “puerta a puerta” de las campañas presidenciales, tuve la fortuna de conversar con varios vecinos de la población La Bandera este último sábado de octubre, en todos ellos y ellas el reconocimiento a la Presidenta Bachelet era auténtico e instantáneo. Era fácil comenzar un diálogo cuando nos identificábamos con los avances de la Presidenta; de ahí en adelante el contacto parecía más fluido y cercano.

Esas impresiones del sentido común, junto a los “representativos” números de las encuestas, son consistentes en mostrarnos que esa inflexión en las opiniones ciudadanas acerca de quiénes son los más beneficiados por los actos del Gobierno, debe obligarnos a perseverar en el camino de las reformas que están pendientes y que es urgente llevar a cabo para enfrentar las intensas desigualdades de nuestro país.

Tenemos la responsabilidad de profundizar el derrotero sembrado por la Presidenta Bachelet, esta vez en materias vitales de nuestra democracia como son el sistema educacional y la constitución del 80, en ambos casos debemos atrevernos a realizar reformas profundas y urgentes. De otra manera esas percepciones ciudadanas volverán a los promedios históricos y habremos perdido la oportunidad de instalar en la opinión pública –y en el sentido común- una sensación compartida de progreso y bienestar social.

viernes, 2 de octubre de 2009

Otras lecciones del debate presidencial


Luego del debate presidencial realizado por TVN el pasado miércoles 23 de septiembre, se han multiplicado los análisis respecto de quien resultó ganador y quien por el contrario perdió una oportunidad relevante para dar el primer golpe. La alusión que Eduardo Frei hizo al informe de Transparencia Internacional (TI) y que apuntaba frontalmente a Sebastián Piñera sin duda alguna marcó la agenda setting de toda la semana, con efectos que es posible comprobar hasta el día de hoy.

Pero, más allá del rendimiento de cada uno de los candidatos y las repercusiones políticas del evento, es posible también constatar otras lecciones que este debate nos deja, esta vez desde una perspectiva más centrada en el medio televisivo y los otros soportes multimediales.

Nuevamente la TV abierta demostró ser un vínculo insustituible de la moderna sociedad de masas. Frente a las múltiples segmentaciones tecnológicas vigentes hoy y al majadero discurso de la falta de interés ciudadano por los temas de la política, los 26 puntos de ratings obtenidos en promedio por el debate (con un peak de 30 puntos), deducen que había un interés efectivo de una porción importante de la población, por ver el desempeño de sus candidatos, conocer sus propuestas y contrastar atributos y actitudes. Ese día fueron más los chilenos y chilenas que vieron el debate, que aquellos que prefirieron no perderse “Fiebre de Baile” o el ya clásico “Morandé con Compañía”.

El hecho que más de un millón y medio de personas hayan visto el debate presidencial, demuestra que la TV resulta ser un medio masivo por excelencia y el único capaz de unir en un mismo visionado, a chilenos y chilenas de todos los rincones del país, provenientes de diversas clases sociales y de distintos segmentos de edad, consolidando al hogar como un espacio privilegiado de recepción y decodificación de la destellante democracia audiovisual.

Parece una paradoja, pero en sociedades cada vez más individualizadas, persiste la necesidad de compartir un momento común, una especie de ceremonia a distancia donde todos y todas se exponen a una misma programación. Se trata de una manera bien extravagante de construir comunidad, sin ser visto y desde la comodidad informativa del hogar o el dormitorio. Aquí reside sin lugar a dudas el mayor poder del medio televisivo: unir por algunas horas lo que permanece disperso o dividido el resto del tiempo, en medio de ciudades cada más segregadas y con una importante cuota de población que reside en zonas rurales y extremas.

Es cierto, la TV abierta mostró sus virtudes pero también sus propios límites. Un minuto y medio para responder a la pregunta sobre qué hacer con la educación pública en Chile, 30 segundos para replicar y 90 segundos al finalizar el debate para que cada candidato señalara al país la apuesta medular de su programa de gobierno y su visión de Chile.
Estamos en presencia de una convivencia difícil entre la sorprendente masividad de un mensaje y el alto precio en la levedad de los argumentos; la obtención gratuita de segundos estelares en un set de televisión (a esa hora donde la publicidad paga el segundo más caro) a cambio de una “cuña” siempre breve y ojala seductora. En un (des)equilibrio siempre persistente entre las “ligeras” audiencias y ciudadanos verdaderamente informados.

Pero esta no fue la única lección, este debate inauguró una nueva era multimedial en actos de esta naturaleza. Los medios escritos otorgaron sendas páginas dedicadas al análisis del debate, pero esta vez, las voces se multiplicaron en las versiones electrónicas y digitales de estos mismos medios. El día siguiente del debate, cerca de mil personas habían enviado comentarios y posteos y ello, solo sumando a los medios electrónicos nacionales.

En la galaxia Twitter y en los muros de Facebook fue posible encontrar un millar de otras voces participando de los efectos del debate, con diferentes tonalidades, expresiones caligráficas, puntos de vista y descalificaciones para todos los gustos. Esta vez no solo se leyeron las decimonónicas columnas de Héctor Soto, Patricio Navia, Carlos Peña o Ernesto Águila, fueron cientos los ciudadanos y ciudadanas con nombres reales e inventados que participaron en la creación de opinión, en una democracia que comienza a acostumbrarse a la horizontalidad e instantaneidad de los mensajes.

Fue en el propio set televisivo donde la colosal Blackberry estrenaba los primeros mensajes de texto por parte de los invitados al megaevento. Mientras se miraba en vivo el debate, se escribían y enviaban inasibles comentarios, invadiendo y circulando en el ancho espacio electromagnético.

La acertada conducción de Alejandro Guillier demostró que se puede hacer buen periodismo televisivo y que en la TV abierta aun es posible construir un mejor equilibrio entre entretenimiento e información. Se trata de una lección importante de destacar, frente a los continuos cuestionamientos a la televisión como un medio efectivo para lograr una ciudadanía más y mejor informada.

Este fue un debate donde el verdadero protagonismo estuvo en los candidatos, en sus propuestas, visiones, tensiones y en la capacidad de diferenciarse y atreverse a discrepar de sus contendores. Esta vez los protagonistas no fueron los periodistas, compitiendo por hacer la pregunta más contundente o corrosiva, sino los propios candidatos con un enfoque metodológico que intentó en cada pregunta poner en evidencia las divergencias ideológicas y programáticas de cada uno de ellos.

Los efectos del debate todavía se dejan sentir y sin lugar a dudas, que marcará una impronta importante para los debates del futuro y para la carrera presidencial de este 2009.

martes, 16 de junio de 2009

16 millones de celulares


Recientemente, nuestro país alcanzó el umbral de los 16 millones de celulares, consolidando la telefonía móvil una penetración en la población nacional del 98% y un incremento importante en la suscripción de planes en vez del sistema de pre-pago. Este indicador se suma a muchos otros que no hacen sino confirmar la velocidad con que los chilenos y las chilenas se insertan a las nuevas tecnologías de la comunicación y la información.

Pero, ¿qué tienen de especial estos números para nuestro país?: la verdad que mucho. Cuando la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) estima en más de 4 mil millones la cantidad de celulares en el mundo, la ONU calcula que la penetración de esta tecnología móvil en los países industrializados alcanza al 86% de su población, mientras que para los países en vías de desarrollo –entre los cuales se sitúa Chile- proyecta una cobertura de apenas un 34%. Esto nos lleva a concluir que nuestro país en materias de cobertura de telefonía móvil, supera incluso las proyecciones de penetración para países del primer mundo.

Quizás, no por nada, el año recién pasado la gigante canadiense Research in Motion (RIM), decidió lanzar globalmente la última versión de su BlackBerry Bold desde nuestro país, una nación ubicada muy lejos de los centros tecnológicos del planeta, pero que experimenta una cobertura muy excepcional para países del tercer mundo.

¿Cómo era la vida antes del teléfono móvil? Es una interrogante que a ratos nos asalta, cuando frenéticamente regresamos a nuestro hogar a buscar el celular que se quedó olvidado en alguna parte, pero cuya presencia en nuestra agenda diaria resulta vital, casi inevitable. Con este aparato móvil ya no solo hablamos con nuestros seres queridos y amigos, sino que también registramos imágenes, vemos la hora, nos despierta en la mañana, anotamos las compras del supermercado, hacemos transacciones bancarias, enviamos y recibimos correos, algunos pueden conectarse a Internet y “bajar” música desde la web; en fin, tantos usos sociales en una asombrosa convergencia tecnológica y multimedia al alcance de la mano.

El celular y el televisor, junto a la radio, son las tecnologías de la comunicación que más masivamente se han instalado en la población mundial. Ellas se han convertido a lo largo de varias décadas, en vinculaciones esenciales con nuestro entorno social y cultural, no solo a nivel local y nacional, sino que aun más a escala planetaria. Si antes las distancias territoriales y la falta de información confinaban al aislamiento a buena parte de la población, hoy el problema parece ser el abundamiento de la información; la excesiva oferta de actores interesados en vender una mercancía, narrar una noticia o entretener a cualquier costo.

En nuestros días, el acceso a Internet parece convertirse en la nueva exclusión para una ciudadanía que anhela no quedarse marginada de las nuevas oportunidades de información y comunicación. Si antes la conectividad a las nuevas tecnologías parecía un atributo exclusivo de los integrados al desarrollo -como decía Hopenhayn- hoy el desafío es vencer las asimetrías en el acceso a esta formidable herramienta tecnológica global, intentando unir las velocidades de conexión individual con ofertas privadas más audaces y activas políticas de Estado, que aseguren que la triple www no se convierta en otra crónica majadera de la desigualdad y los privilegios de algunos o algunas.

Hace rato que los chilenos y las chilenas eligieron apurar su conectividad a las nuevas oportunidades de información y comunicación, como una forma de aliviar las enormes desigualdades que aun persisten en nuestra sociedad. Ese impulso privado -de una perseverancia a ratos extravagante- ha decidido maximizar sus opciones de conexión como una forma de compartir una sensación de progreso, que nos permita ponernos nuevas metas de desarrollo a unos cuantos metros de nuestro bicentenario. Los 16 millones de celulares constatados recientemente en nuestro país, traen consigo una señal telúrica fascinante y una pulsión digital de la población chilena que nos sigue sorprendiendo.

martes, 19 de mayo de 2009

La TV y "los políticos"


No estamos acostumbrados a que la televisión hablé bien de los “políticos”. Más bien lo frecuente en la agenda periodística es el afán majadero por relevar la frivolidad y egotismo de los actores públicos en el debate del día a día. En el Congreso, en las sedes de los partidos o en las múltiples conferencias de prensa que cotidianamente abundan en la agenda noticiosa, se puede constatar el decidido enfoque de los canales por exhibir el lado sombrío de una de las actividades más consustanciales de la democracia: la política.

En agosto de este año se cumplirá un año del fallecimiento de Juan Bustos, parlamentario del Partido Socialista y Presidente de la Cámara de Diputados por aquel entonces. Recuerdo nítidamente la cobertura que los medios televisivos, especialmente TVN, otorgaron a ese triste acontecimiento. Millones de compatriotas, fuimos testigos de un hecho tan extraordinario como paradójico: esta vez la TV no escatimaba recursos para destacar las virtudes humanas, profesionales y políticas del Diputado Bustos. Abogado comprometido con los DDHH, un legislador respetado por sus pares, un formidable académico, en fin, un hombre sencillo y valiente que eligió luchar en tribunales en ese período de la historia de Chile, donde los opositores eran perseguidos o simplemente desaparecían.

Aunque haya sido tarde, fue bueno que la TV se detuviera a relevar los aspectos positivos de este recordado miembro de la “clase política”, porque la TV abierta –les guste a algunos o les desagrade a otros- sigue teniendo una enorme influencia en las agendas y dietas informacionales de millones de chilenos y chilenas. Las impresiones ciudadanas de los hechos noticiosos y de los personajes públicos, siguen estando fuertemente mediatizadas por el medio televisivo nacional. Pese a la aparición de otras tecnologías de la información y a la abundante segmentación de la oferta noticiosa, la TV abierta sigue teniendo un rol preponderante en la memoria compartida de nuestra sociedad.

A lo largo ya de más de cinco décadas en Chile, la TV se ha acostumbrado a hacerle preguntas a todos los actores de la vida nacional, pero todavía no sabe plantearse interrogantes a si misma. Son cientos los profesionales de la comunicación que día a día, van tras la noticia, catastrando detalles y opiniones, buscando al responsable de los hechos, pero ese impulso informativo no sabe plantear una pregunta sustantiva a la propia actividad periodística. Lo ha dicho el sociólogo francés Dominique Wolton: la TV resulta una tecnología formidable de comunicación e información en la moderna sociedad de masas, un medio insustituible como vínculo social de millones de seres humanos “pero es un medio del cual no se habla o se habla muy poco”.

La TV abierta en Chile, debe hacerse muchas preguntas acerca de la manera en que contribuye todos los días a fortalecer los valores democrático y a tener una ciudadanía más y mejor informada. Los canales tienen una enorme responsabilidad en la manera que construyen la noticia y la “noticiabilidad” de los hechos cotidianos; ellos cuentan una historia informativa que, al fin y al cabo, resulta ser un ingrediente vital para construir opiniones por parte de las masivas audiencias nacionales.

La actividad política requiere de un mejor tratamiento informativo y de una revisión de los estándares de calidad con que son construidos los hechos noticiosos. No se trata de mayor cobertura, sino de un relato más sustantivo de los temas de interés ciudadano y de una descripción de los actores políticos definitivamente más profesional y equilibrada. La TV abierta conserva una enorme responsabilidad en la manera que millones de audiencias se informan y en la imagen que transmiten de los actores públicos y privados que en ella participan. La TV tiene la obligación de preguntarse si su manera de informar está fortaleciendo todos los días nuestra democracia.